Querida y recordada comunidad del colegio Los Acacios

Pensando en el lema “Más que una buena Educación”, la palabra “s” resulta infinita y se aprecia en cada rincón físico y valórico de nuestro Colegio Técnico Profesional Los Acacios (digo nuestro, porque me siento parte de él, aunque ya no estoy como funcionaria activa).

Más” representa todo lo que encontré en casi 15 años de trabajo en el Colegio: Respeto, tolerancia, fraternidad, confianza, rigurosidad, colaboración, compartir saberes, acogida, altas expectativas, comprensión, solidaridad, compromiso, ética, solo por nombrar algunos valores y actitudes que se viven en cada dependencia y en cada persona que pertenece a su comunidad.

Más” representa el esfuerzo de cada directivo, profesor y asistente de la educación, para hacer del Colegio un lugar de acogida, de espectaculares y grandes experiencias de aprendizaje, en pos del desarrollo integral de cada alumno.

“Más” es la base firme y sólida, que toda la comunidad debe manejar, para enfrentar el adverso escenario de la pandemia que atraviesa el mundo, lo que nos hará más creativos y exigirá un mayor desarrollo valórico, del conocimiento y tecnológico, para un nuevo mundo y un nuevo ser humano.

Punto aparte es mencionar la alegría que apreciaba desde que llegaba el primer funcionario, que recibe con una sonrisa y un deseo sincero de que cada uno tenga un buen día, hasta que abandonábamos el colegio, mirando hacia atrás, dando gracias por el trabajo del día y viendo como el hermoso edificio mira hacia la laguna que lo alberga, e inicia también un merecido descanso.

En ese entorno y contexto pasé los últimos años de mi vida laboral, rodeada de un equipo de trabajo maravilloso, que reparte y recibe cariño hasta el día de hoy.

Fui testigo del crecimiento de muchos estudiantes. Entre otros, recuerdo a un pequeño que llegaba a primero básico con un “James Bond” que su padre le había regalado, otro que le daban sus “pataletas” en el pasillo, otro que era responsable de la llave de su casa porque quedaba como “dueño de casa” hasta la llegada de su madre. También en enseñanza media abracé a alguien que lloraba por un amor o por problemas familiares y en especial a una alumna que me dijo “Profe, yo quiero que usted sea mi abuelita” lo que me provocó mucha risa, pero también ternura y un amor infinito.

Vi titularse a muchos jóvenes, señoritas y luego reencontrarme con ellos en el campo laboral o estudiando en educación superior, pero siempre recordando con inmenso agradecimiento lo que el colegio les dio “Más que una buena educación”.

Gracias por permitirme seguir ligada a mi colegio.

Carmen Ocampo Díaz